13.3.11

Lo matamos.

Once y media de la noche de un domingo. Tres Garcías armados con palos de escoba y linternas, todos en un patio con la cara torcida por un gesto que representaba sueño, flojera, indignación y mucha rabia. Todos en el patio, golpeando muebles, lavadoras, la caneca de la basura con algo de desesperación. Todos tres buscando una sombra negra. Todos hartos de la situación.

Unos minutos antes el grito, el ladrido luego y un sonido de algo que se cae, algo que se rompe. Cuando uno está tenso cualquier sonido de estos acaba rápidamente con cualquier rastro que uno tenga de tranquilidad. Tranquilidad, ese bien tan escaso por acá. Es tarde, en la noche, pero en esta casa no se duerme a esa hora. Todavía no. En este momento tan tarde en la noche en un fin de semana (literalmente el final de la semana, sus últimos minutos, esos que uno no quiere que lleguen nunca) y todos sintiendo el lunes en la espalda buscando sombras peludas y con cola. Luego de ese sonido de algo que se caía era buscar la venganza, nadie ni nada se mete en esta casa, nadie ni nada la irrespeta ni asusta a nuestra madre. Nada ni nadie nos tendría a esta ahora afuera, con frío, y nosotros nos repetimos mentalmente que se trata de una cuestión de honor para disimular todas las cargas que hay, todos los problemas que representa el matar un ratón. Hasta para matar un hijueputa ratón mi familia es complicada. Las peleas entre nosotros, ese indisponer al otro por este pequeño problema. Buena movida del ratón, muy buena ponernos a todos en contra, pero muy mala el salir a burlarse de nosotros en nuestra cara: corriendo pegado a la pared, intenta escalar para salir por el tejado pero cae. Hace una voltereta en el aire y vuelve a esconderse. A reírse mostrando sus dos gigantes dientes y tratando de tapárselos con sus asquerosas patas. Revolcándose de la risa. Ya no gritamos nada, pero la furia está a flor de piel. Ya no hablamos porque estamos cansados de que estas cosas pasen así. Solo queremos matarlo, acabarlo, que deje de joder de una vez por todas.

Nos enfocamos en un mueble donde se esconde, uno gigante que lleva años en el patio. Hacemos ruido. Creemos sinceramente que el ruido lo incomodaría y lo haría salir de ahí. Tratamos de hacer ruido para que no se escuchen esos corazones cargados de odio, latiendo dura y pesadamente maldiciendo un poco su propia suerte. Vamos corriendo la lavadora, un cilindro de gas que está ahí en caso de emergencia desplazado hábilmente y con una sola mano gracias a la adrenalina. El palo de escoba en el centro, dando golpes secos. El puño cerrado por la izquierda con movimientos desesperados. Yo con mi cepillo por la derecha, lanzándo golpes a todo lo que hubiera allí. Cada vez más fuerte, cada vez más desesperante. La sombra peluda con cola y dientona que emerge, que trata de huir nuevamente por esa difícil ruta que le fue imposible de seguir. Ratón obstinado. Lo admiro un poco, ahora, que veo su persistencia, que trata de escalar como sea por puro orgullo, minimizando esa amenaza que representamos porque no nos considera peligrosos: ahora toma la ruta difícil para reparar su ego. Alcanza a elevarse un metro y medio, casi el doble de altura que en su primer intento, vuelve a caer. Reacciono inmediatamente, abanico en el aire y asesto un golpe contra algo que no sé que es. Se rompe la madera, ese odio que somos los tres hace que empecemos a dar patadas en dirección al mueble. Más duro. Más duro. Sal de ahí. Sal de ahí. Prendo la linterna, miro entre los pedazos astillados de palo esa maldita sombra peluda con cola dientona burlona y ahora con la cabeza aplastada. Headshot. El golpe fue mio pero lo celebramos todos, la victoria es nuestra, de los tres Garcías. Ahora viene lo humillante, el recoger su cuerpo y sacarlo a la calle, a la cesta de basura que hay en la avenida, el no tener cómo exhibir el trofeo. Lo envolvemos en una bolsa, lo saco, lo tiro, vuelvo luego al patio, tratamos de arreglar todo. El cilindro de gas que ahora toca mover con las dos manos. Intentar matar un animal de ese tamaño nos hizo sentir fuertes, con super poderes. Luego de otros 30 minutos dejamos todo como estaba. Incluso mejor. Lo matamos pero él gana. Perdimos lo que resta de domingo, ahora lunes. Una hora menos de descanso. Montones de agua y cloro. El mal genio latente. Va a ser una mala semana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

headshot!!!!!