To the moon and back"
"—Dime cómo me extrañas —le dijo Paola.
Julio era un desastre para esas ternuras y por eso ella se las pedía. Paola rio mucho con su desastroso esfuerzo de extrañarla con detalles."
Juan Villoro
Para May.
A veces, cuando no responde con rabonada a que le digo que la quiero
entonces hace pucheros chiquitos de niña consentida (porque usted es
ambas cosas, consentida y rabona pero, sobre todo, una niña chiquita) y
me responde "pues cómo cuánto", así, preguntando, sin importarle la
magnitud del sentimiento sino hasta dónde se puede estirar en la distancia.
Yo a veces le respondo de distintas maneras, escasas, ilógicas,
irrealizables. El otro día un man se botó desde una cosita de nada de
aluminio a 40 kilómetros de la tierra, y se demoró cayendo cuatro
minutos y medio. Cuatro minutos y medio. Luego de eso el man, a la
semana, después de recuperarse y de decir que la sensación en esa caída
no fue nada satisfactoria, se le declaró a la novia y se casaron o se
van a casar. El man tiene 43 años, ha desafiado a la muerte y se gana la
vida arriesgándola quién sabe cómo ni dónde; ella es una modelo
retirada que está muy linda y muy buena. Y entonces a ella le queda la
historia esa de que se casó con el hombre que cayó del cielo, así se
separe luego.
Sé que no tiene mucha lógica ni orden lo que le estoy diciendo, pero téngame paciencia. Esta pareja es excepcional porque no son como usted ni como yo, y la verdad no es que tenga afán de ser uno de ellos. Para qué. El asunto es que a pesar de esa irrealidad de todo eso el man dio el salto desde el lugar más alto del cielo (un poquito más arriba quedaba el espacio, y pues eso da miedo). Un man que hace esas cosas tiene un sentido del compromiso bonito, ¿no? No se mató antes para no dejarla viuda y ahora quiere estar con ella, por la ley, por la iglesia, y por dios, así no lo haya encontrado allá arriba.
Esa pareja de gente que no es como nadie más tiene esas cosas. Yo no me la imagino a ella preguntándole al tipo "oye, ¿cómo cuánto me quieres?" porque el tipo saltó desde allá y luego le propuso matrimonio. Y uno acá. Y entonces, por decir algo, usted y yo no hablamos anoche y a lo mejor usted está molesta por algo que no vale la pena ni nombrar (algo que no me queda claro del todo y mejor, no quiero saber, quiero que se le pase, quiero que estemos bien), pero lo importante y lo bonito es la cercanía de las cosas, porque mire que casi todo se inventó para salvar las distancias. Mientras usted me escribía el SMS yo estaba lejos y viendo una película, y cuando le respondí usted seguía allá pero durmiendo, y así sí que se siente la distancia, sin la voz, sin esa cosa que se aferra a los recuerdos dotándolos de algo excepcional, la rutina de hablar todas las noches agotando temas que, ahora, se sintió vulnerada por la falta de una persona al otro lado del auricular. "Te extraño por teléfono", me escribió, y me pareció lo más bonito del mundo. Y también me puso a pensar.
Según los mapas de Google su casa y la mía quedan, con una ruta hecha a las malas desde mi celular, a dieciocho kilómetros la una de la otra, lo que es un jurgo. Según los cálculos son 51 minutos en carro o en bus. El tipo este que se subió en el globo para saltar a la tierra demoró tres horas para llegar a la cima del mundo y luego cinco minutos cayendo, refutando eso de que la llegada a la casa parece más larga que salir de ella. Pero bueno, tuvo la ventaja de que la demora no fue parecida en ambos casos, ida y vuelta. Uno no.
Dieciócho kilómetros.
Cincuenta y un minutos.
Mire que yo la quiero. La quiero lo suficiente como para que me haga falta en este instante por teléfono y la quiero tanto como esas distancias y medidas de tiempo.
Creo que la introducción para lo que quiero decir salió muy larga, pero ya teniendo todo esto explicado puedo decirle lo que quería decirle de primero: yo la quiero de mi casa a la suya, los dieciocho kilómetros con sus cincuenta y un minutos de promedio, pero no solo una vez, ni las que ya he recorrido, sino todas las que hagan falta.
Sé que no tiene mucha lógica ni orden lo que le estoy diciendo, pero téngame paciencia. Esta pareja es excepcional porque no son como usted ni como yo, y la verdad no es que tenga afán de ser uno de ellos. Para qué. El asunto es que a pesar de esa irrealidad de todo eso el man dio el salto desde el lugar más alto del cielo (un poquito más arriba quedaba el espacio, y pues eso da miedo). Un man que hace esas cosas tiene un sentido del compromiso bonito, ¿no? No se mató antes para no dejarla viuda y ahora quiere estar con ella, por la ley, por la iglesia, y por dios, así no lo haya encontrado allá arriba.
Esa pareja de gente que no es como nadie más tiene esas cosas. Yo no me la imagino a ella preguntándole al tipo "oye, ¿cómo cuánto me quieres?" porque el tipo saltó desde allá y luego le propuso matrimonio. Y uno acá. Y entonces, por decir algo, usted y yo no hablamos anoche y a lo mejor usted está molesta por algo que no vale la pena ni nombrar (algo que no me queda claro del todo y mejor, no quiero saber, quiero que se le pase, quiero que estemos bien), pero lo importante y lo bonito es la cercanía de las cosas, porque mire que casi todo se inventó para salvar las distancias. Mientras usted me escribía el SMS yo estaba lejos y viendo una película, y cuando le respondí usted seguía allá pero durmiendo, y así sí que se siente la distancia, sin la voz, sin esa cosa que se aferra a los recuerdos dotándolos de algo excepcional, la rutina de hablar todas las noches agotando temas que, ahora, se sintió vulnerada por la falta de una persona al otro lado del auricular. "Te extraño por teléfono", me escribió, y me pareció lo más bonito del mundo. Y también me puso a pensar.
Según los mapas de Google su casa y la mía quedan, con una ruta hecha a las malas desde mi celular, a dieciocho kilómetros la una de la otra, lo que es un jurgo. Según los cálculos son 51 minutos en carro o en bus. El tipo este que se subió en el globo para saltar a la tierra demoró tres horas para llegar a la cima del mundo y luego cinco minutos cayendo, refutando eso de que la llegada a la casa parece más larga que salir de ella. Pero bueno, tuvo la ventaja de que la demora no fue parecida en ambos casos, ida y vuelta. Uno no.
Dieciócho kilómetros.
Cincuenta y un minutos.
Mire que yo la quiero. La quiero lo suficiente como para que me haga falta en este instante por teléfono y la quiero tanto como esas distancias y medidas de tiempo.
Creo que la introducción para lo que quiero decir salió muy larga, pero ya teniendo todo esto explicado puedo decirle lo que quería decirle de primero: yo la quiero de mi casa a la suya, los dieciocho kilómetros con sus cincuenta y un minutos de promedio, pero no solo una vez, ni las que ya he recorrido, sino todas las que hagan falta.
1 comentario:
Es más tenaz/intenso/jodido/etc cuando se tienen que querer a menos de cinco metros y dos minutos de distancia.
Publicar un comentario