28.2.11

Tragedias de la vida moderna.

Luego de un fin de semana algo particular pasa una de esas cosas que son capaces de cambiarle la mañana a uno. Llego dando botes, tropezando, rompiéndome un dedo del pie derecho porque camino muy rápido (y ya para qué, para llegar un par de minutos más temprano: 8:18 en lugar de 8:20 de la mañana) y paso la tarjeta por el lector digital que se acostumbra un poco a que nunca llegue a tiempo y cojo las escaleras y subo y camino todo el largo pasillo hasta la oficina 215 en donde entro y luego de decir un tímido "buenos días" me siento en frente del computador, pensando en miles de millones de cosas que tengo pendientes y urgentes no solamente en el escritorio sino en la vida en los bolsillos en la cabeza y en las manos y prendo el pc y me sale la pantalla del usuario y la contraseña y entonces todo se va mucho a la mierda. Parpadea el cursor esperando a que ingrese la clave mientras me agarro la cabeza sin saber bien por qué algo tan pequeño se me ha ido como entre un caño y no sé que escribir. La primera clave era cajaman, luego cocacola y la que tenía hasta la semana pasada, hasta el viernes muy a medio día fue pachamama. Y no, trato de pensar en las cosas en las que pueden llenar ese espacio para poder ponerme a producir cosas en el trabajo y en internet y en el chat y todo eso, y entonces la cita que uno tiene por la mañana con la bandeja de entrada se ve aplazada porque uno es un idiota y no sabe que hacer. Me desespero. Comienzo a mirar cosas que están en la pared, en la cartelera, porque de alguna manera las claves todas estan relacionadas con algo que veo aquí cerca de donde me siento. Y fáciles de escribir. Pero no, no doy con la palabra secreta. Como muchas cosas en mi vida alguien (en este caso algo) espera a que yo diga la palabra correcta, y yo sufro y sufro porque yo no la sé, yo nunca la sé. Yo siempre hablo y escribo de forma automática, como si todo fuera una plantilla predeterminada. Así me pasa en la oficina. Cuando estoy trabajando simplemente mi cuerpo toma control de todo el asunto y todo es ver o revisar o escribir o quitar y muy pocas veces pensar en si esta cosa está bien o mal, porque es tan repetitivo todo que uno sabe muy bien cuando las cosas están mal. Mi cuerpo el esclavo y mi cabeza pasa a revisar cada nada, muchas veces es así, luego cuando surge una tarea distinta o nueva uno como que lo da todo y ya, de vuelta a la normalidad. Y esta mañana la pantalla preguntándome por mi contraseña y yo con esa urgencia de entrar a la rutina nuevamente. Y no. Nada. Me jalo el pelo, agacho la cabeza, cierro los ojos apretándolos bien duro a ver si así me saco algo de información, como si exprimiéndolos esa maldita palabra saliera de ese oscuro rincón de mi mente pero no, no pasa nada, no hay nada. Todo en blanco como la casilla que debo llenar. Comienzo a acordarme de para atrás, que hice esta mañana, anoche, ayer por la tarde, ayer por la madrugada, el sábado en la noche, el sábado en la tarde, el sábado en la mañana, el viernes de noche, me acuerdo de todas esas situaciones, del dolor de estómago del viernes, de esa noche recorriendo unas calles con ese frío, de la mañana del sábado con un problema que no fue tan difícil de sortear, la tarde con las cosas que hice, la ropa que me puse, el lugar al que fuí, lo que comí, las sonrisas que vi, las palabras que escuché, los rostros sonrientes todos y todos como para mi, luego la música, los encuentros con desconocidos y más y más risas, de una cierta tristeza del domingo por la mañana que a esta hora me persigue, de la tarde lenta y larga buscándo un ratón, de la noche corriendo detrás de herramientas para un carro que no quería dejarse arreglar. Y no, no me acuerdo de la puta clave, vida hijueputa, yo que venía pensando en muchas cosas más importantes pero esto si me acaba de joder la vida, ahora yo que hago, ahora no puedo hacer, ahora no puedo perder el tiempo mientras me canso de hacer, ahora no puedo andar en modo automático llenando formularios y corrigiendo datos de personas que ya deben estar muertas sin pensar un poco en ellas. Ahora miro a mis compañeros como tratando de descifrar que puta clave tendrán ellos, me miran mi angustia, porque dejé de ser una persona para ser un ente que sufre por una palabra estúpida y les cuento y me río, y se ríen y me dicen que un cumpleaños, o mi cédula o el nombre de alguien o de algo y yo les digo que no, que no, que eso no me sirve, que yo no pongo cosas así, que pendejada, que es algo fácil de escribir y que no se me olvidaría nunca, pero no, estoy comiéndome las uñas mientras por dentro se me derrumba todo por una hijueputa clave de un computador que no es mío. Me levanto, voy a la parte de sistemas, les digo que se me olvidó la clave, me recuerdan que el viernes la resetearon porque un pelmazo no pudo escribir bien luego de mil indicaciones y sugerencias de cómo escribir pachamama (la madre tierra, mire, escriba así: pe a ce hache a eme a eme a sin mayúsculas y todo seguido) y entonces yo otra vez dando la cara, explico que no fuí yo quien bloqueo mi pc pero ahora sí soy el culplable porque se me olvidó. Y luego de reirse de mi desesperación que todo el mundo encuentra graciosa la reestablecen y puedo entrar al pc y antes de sentarme pienso en como es que pasan estas cosas si no vivo metiéndo droga ni pegante o que no hay historial de enfermedades degenerativas en mi familia y lo único que se me ocurre es que estoy mal de la cabeza animal y llego y me siento y me calmo un poco.
Y ya.
Y luego me conecto para contar todo esto y en medio de la euforia recuerdo que la malparida clave era megaman.