25.7.19

El Principito.

Pues como ahora básicamente este blog es para reciclar lo poquito que ando escribiendo, pues tomo lo que puse en Goodreads sobre este libro. Lo hago porque allá hay una opción para "poner en el blog", que me imagino es de allá, pero como yo tengo es blog acá, pues lo pongo acá.





El otro día en la oficina en la que trabajo uno de los jefes le dijo a una compañera que "esa había sido una lección que el principito le dio a la rosa y al zorro". La compañera hizo una cara de "este tipo por qué me molesta" y todos esos síntomas de desagrado en un ambiente laboral. Ella tiene unos 23 años, y es practicante en la empresa, mientras él debe estar por encima de los cuarenta, todo un ejecutivo de esos a los que el tiempo les alcanza para ir al gimnasio y al estilista, para comprar ropa de marca y anda generalmente con los AirPods incrustados en el cuerpo sin callar nunca y uno no sabe si está hablando con uno, o con otra persona.

Esa fue mi motivación para revisitar el libro. Ver cuál era la lección que El Principito le dio a la rosa y a el zorro, porque no me sonaba que fuera así. Mi jefe dijo "es una lección hermosa, ¿sabes qué libro es?" y ella solamente siguió con los gestos, a sus espaldas, porque el jefe le habla mucho, le hace chistes que no siempre son buenos. Es, en otras palabras, una forma de acoso laboral, porque ella no solo es joven sino muy bonita. En fin, que ella respondió que no, y el jefe le recomendó leer El Principito, una recomendación que si yo no tomo se hace vacía, como casi todas las cosas que uno dice y hace en una oficina.

Siempre se asocia esta lectura como algo adecuado para niños, y puede que originalmente sea así, pero también se entra ya en la otra posición de que "uno debería leerlo de grande", y eso realmente le cabe a cualquier libro, a cualquier historia. El otro día una amiga me preguntó que por qué quería releer La Broma Infinita, se me aguaron los ojos y no supe qué decir, pero ella lo entendió bien: a uno no le alcanza el tiempo para volver a leer todo lo que uno valora mucho.

Entonces leí El Principito, de nuevo, por cuarta vez, creo. Es una lectura corta (lo que la hace demasiado llamativa ahorita, en la que nadie tiene tiempo para nada) que narra la historia de alguien que trata de describir cómo es la inocencia de los niños, algo por lo que pasamos todos, y cómo eso nos hace ver lo absurdo del mundo. Se necesita de nosotros algo para que la sociedad funcione, pero más allá de eso, la individualización de los objetivos como persona nos hace ser simplemente máquinas que (obvio, esto es un cliché, y lo sé) olvidan un poco qué es lo que somos. Nos hace falta esa mirada inocente y carente de idea de lo común para volver a las raíces, a eso que somos como individuos.

Mientras leía trataba de poner a mi jefe en uno de los planetas que El Principito conoce antes de llegar a la tierra, y al final no supe bien de cuál podía haber salido. Pero más que eso, me impactó la descripción del asteroide donde vive el protagonista: tan grande como una casa. Uno, de adulto, tiene que exponerse ante lo absurdo de la escala del planeta, del universo, lo efímero de la vida, pero para alguien algo tan relativamente pequeño como una casa, o una habitación, puede ser un mundo. Es bueno mirar hacia arriba o preguntarse por todo lo que no podemos ver, pero eso no quiere decir que debemos ignorar lo que tenemos a nuestro alcance.

Mi jefe, creo, estaba tratando de domesticar a mi compañera. No hay una lección que El Principito le enseñe a la rosa y al zorro, sino al contrario. Aunque, claro, esta lectura le enseña a uno varias cosas. Tal vez a eso se refería mi jefe, pero creo que estaba muy ocupado y preocupado tratando de demostrar su sabiduría, un convencimiento propio de todo aquel que pretende predicar más para ser escuchado que para enseñar, algo que se puede tomar como machismo, o simplemente el ejercicio del poder hacia un subordinado. Pero es que todo eso es tan carente de sentido como lo puede ser andar todo el día hablando en AirPods de reuniones que no van a sumar nada en "el gran esquema de las cosas", pero que entretienen a las personas haciéndoles creer que la productividad y las utilidades son cosas serias que se deben perseguir sin pararse a pensar si en medio de eso se puede encontrar la calma que tiene uno simplemente al observarlo todo.

En fin.

Mientras más años tiene uno, más cosas encuentra en lo que vuelve a leer.