El sábado le pregunté a alguien que qué quería que le trajera el niño dios. Me respondió que muchas cosas, pero me pareció raro cuando no me devolvieron la pregunta. Generalmente con ese tipo de cosas se hace siempre una suerte de partida de tenis ahí que trata de armar una conversación sobre algo. Cualquier cosa. De todas maneras estuvo bueno que no me preguntaran, porque a esta hora no sabría qué decir. Un libro, claro, porque siempre digo que un libro que me demoro en leer o algo así. Ahorita mismo estaba pensando en eso, pero es que nadie me pregunta. Por ahí los que tengan la intención de dar un regalo lo harán y se les agradecerá. Generalmente los que lo hacen salen con cosas que a mi nunca se me ocurre pedir y sin embargo son cosas bien bonitas, o útiles.
Nadie en la oficina habla de qué quiere recibir, sino de plata y de lo costoso de los regalos. Se habla de dar, de esa obligación de la que reniegan casi todos. Pero lo hacen, dan. Para la familia siempre habrá algo, y aunque no se sabe lo que le vayan a dar a uno el estrés se disuelve luego de navidad, cuando se han abierto los regalos. Pero hay otras cosas. Por ejemplo que la jefe cumpla años. Esa es otra obligación, más cuando es tan cercana a esta fecha bien sensible. Entonces un buen regalo es mejor que dos, ¿no? Esa es la creencia, lo que aquí ya se pensó y se va a hacer. Y bueno, es la jefe. Ella nos defiende. Exige un poco pero se le tiene cariño porque en medio de todo es una buena persona, no se cree mucho el cuento de estar por encima de nosotros pero jamás diría en un absceso de humildad que somos iguales.
No sé a quién se le ocurrió meter otra clase de ritos en diciembre. Digamos la novena. Nunca he hecho una. Como buñuelo y natilla normalmente fuera de ese contexto sin saber si eso me hace un poco hereje o simplemente grosero. No lo sé. Entiendo que hay villancicos y unas frases llamadas gozos. En teoría se reúne la gente para cantar y agradecer durante nueve días, no sé bien por qué, que es navidad. Es una cuenta atrás más bien tediosa. Es decir, una previa al nacimiento de alguien luego de dos mil años de su fallecimiento, una línea de tiempo de esas de ficción. Entiendo la conmemoración de la semana santa, pues en esos días o por esa época fue que mataron a Jesús y toda su pasión o algo así. La de diciembre no sé. No la entiendo. Es una lambedera al niño dios, o eso parece. Nueve días anticipando su llegada como si fuera un gran estreno, año tras año. Bueno, no es tanto sobre lo que entienda yo de eso sino que hay que hacerlo en la oficina. Nos toca preparar un día de la novena para todos los compañeros, que son más o menos cuatrocientos. Y entonces que el vestuario, que la cuota para el evento, que las bombas y estar atentos a servir a los demás. Bombas, sí. Bombas.
Recuerdo que en clase de religión a un amigo en el colegio lo excluían porque era testigo de Jehova. Entonces el profesor luego de regañarlo por estar equivocado lo sacaba del salón. Se graduó porque amenazó con tutelar la libertad de cultos, y yo no sé si me sirva eso. Me parece que es llevar al extremo la pereza de no querer estar ahí, de colaborar con la cuota pero sin mostrar la cara, un benefactor anónimo al cual no mucha gente le va a agradecer. No quiero pasar a leer nada, ni a chocar las palmas de mis manos al ritmo de unas canciones qué son famosas por sus parodias. Es una soledad soportada con los números: uno entre cuatrocientos. Solo quiero que pase rápido el tiempo, que paguen, que se me vaya la plata en cosas, que termine esto pronto. Dar unos regalos para ver rostros conocidos y comer las delicias que prepara mi familia. Luego hartarme y dormir. Desearle a gente que no veo hace mucho las felices fiestas. Pero no: ahora, esta mañana, nos dijeron que cada área debía aportar para una ancheta para los vigilantes, para los de servicios generales. Nos enseñan a ser solidarios con los que están abajo, los menos favorecidos, y a los que están arriba un poco lamberles, la similitud siempre de los extremos. Y pues se le hace, la celebración de la jefe, la cuota para la novena, las salchichas para la ancheta. Dar y dar, escarbando de adentro para afuera para llenar otros corazones y estómagos. El estómago es agradecido, el corazón no tanto. Yo me pregunto si hay alguien pensando de esa manera con uno mismo, que se ponga en la tarea de la logística para celebrar. Tal vez no. Es incómodo estar en la mitad porque se tiene cumplir hacia arriba y hacia abajo.
Será esperar al fin de semana, a que lleguen los regalos contados y los abrazos de los niños, la comida de la mamá. El esfuerzo que uno hace sabiendo que lleva la desventaja. Navidad, ese tenis ahí de intenciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario