Mi Cami, ponete una canción. Tan linda, mi Cami. Vení te doy un abasho. Es que te quiero mucho. Verás: me trajeron una botella de Nariño azul. Dos, me trajeron. Cuando no haya nadie destapamos una. Qué rico, mi Cami. Vete sirviendo dos copitas. Dejá, dejá que Blanquita haga esa vuelta. La señora Blanquita, cómo se queja, ¿no? Me siento muy triste, mi Cami. Quiero ir a la playa. Quiero ver las ballenas. Vení conmigo. Vámonos los dos, te pongo la mejor música en el carro. Escuchá este disco, escuchá lo triste. Me recuerda a la Moni. Qué pesar la Moni, ¿no? Esa ya anda con otro. La Blanquita. Ella no sabe qué es pagar una tarjeta de crédito. Verás: este mes pagué de cuota lo que me vale su sueldo. Qué risa. Ese paseo con la Moni y yo pagando todavía. Toda desagradecida. Y con las que sale: que obsesivo, que acosador. Es muy difícil. Decile a la Juli que haga eso, por algo es la mensajera, por eso le pagan. Pero decile así: que para eso le pagan. ¡Carajo! Es que se acostumbraron a no querer hacer nada. Ponete una canción y nos tomamos un poquito de aguardiente. Qué rico el Nariñense. Qué hijueputa depresión. Vamos a ver las ballenas, mi Cami. ¿Por qué se va a poner bravo tu novio? Dejá, dejá que yo hablo con él. Yo le explico. ¿Ya terminaste el recurso? Mirá que te estaba esperando. Dale, dale que yo te reviso y te firmo. Sin mi firma nada vale en esta oficina. Si no firmo es como si no se hubiera hecho nada. Terminá que yo te firmo y mandamos a la Blanquita o a la Juli a que vayan, y nos quedamos solitos. Vení te doy otro abracito. Unito más. Qué rico el Nariñense. No te pongás así, mi Cami, no llores. Yo te respeto, no te me pongás así. Es solo charlando. Verás: es que me gusta tu compañía. Es que tú sí me entiendes. Cómo me gusta cuando bailamos juntos, hasta me parece bonito cuando te resistes.